Una cruel dictadura, que puso fin a un estado de desórdenes y caciqueos en el país, va a terminar de forma milagrosa por lo inexplicable, en una monarquía parlamentaria,  o en un estado democrático y de derecho, configurado y mantenido por diferentes partidos políticos, y asentado sobre un sistema judicial, correctamente estructurado y dirigido, de tal forma que, es perfectamente homologable, a cualquier monarquía parlamentaria del mundo civilizado.

Todo esto no surgió de forma circunstancial, pues el dolor que causó la transición, en la que en los últimos días del dictador, fueron fusilados un grupo de personas, a una plena democracia, fue enormemente penoso. Había muchos intereses de instituciones, personas y colectivos sociales en juego, de tal forma que, la resistencia fue enorme, bien de forma organizada mediante colectivos, o de forma personal, incluso creándose partidos políticos que alentaban estas demandas, tratando de paralizar, los cambios políticos necesarios, cuyo objetivo claro era el de conseguir un estado democrático.

Al final de este doloroso proceso, asistimos a la homologación internacional de nuestro estado de derecho, resolviéndose definitivamente las controversias múltiples, mantenidas a lo largo de cuatro guerras civiles. Se formaron diferentes partidos políticos, que tuvieron el coraje de conseguir acuerdos, naciendo así la carta Magna, que consagraba al Estado, como suma de, naciones, nacionalidades y autonomías. Nacieron así los años de armonía, y con ello de crecimiento, llamamos a Europa y nos abrió sus puertas junto a Portugal, y la península comenzó a tener cierto peso en Europa, donde fue desde el principio respetada, aceptada y querida. Los militares aceptaron su nuevo papel, más importante que el que venían desarrollando, ayudando a estados en situación del peligro, que nosotros habíamos sufrido, los intelectuales apoyaron las diferentes estructuras políticas, la iglesia inició una nueva etapa, más marginal, al declararse el estado laico, y fuimos sin desearlo, un ejemple de transición, tan importante, que comenzamos a atender las llamadas de petición de ayuda, de algunos países.

Pero todo tiene siempre, su comienzo y su fin, España es un país formado, por la suma de cuatro reinos, Castilla, Aragón, Navarra y Granada, y estos a su vez han nacido de convenios, matrimonios, enfrentamientos… de tal forma que, no es uniforme, de aquí que esta situación fuera consagrada en la Constitución, con las diferentes denominaciones territoriales, que por otra parte se han ido alentando desde el centro, al necesitar sus votos, y en consecuencia impulsando su crecimiento; en poder económico y en influencia social, llegando el momento de la dificultad en la que vivimos. Es vergonzoso, palabra suave, que nuestro gobierno dependa, de un presunto ladrón, que a la vez es un cobarde prófugo de la justicia. ¿Alguna persona lo puede entender?, ¿se atrevería a explicar a cualquier persona normal, esta grosera y estúpida anomalía?

¿De quién es la culpa?, ¿quién ha de cargar con esta repugnante anomalía?, yo humildemente creo, que todos nuestros responsables políticos, además de la totalidad de los ciudadanos que les votamos. Los dos partidos esenciales a nivel nacional, que han ostentado la gobernanza, al no conseguir la mayoría, han necesitado los votos de los partidos periféricos, a los que en este caso les han halagado, premiado, y colmado de favores, por lo que ellos cada día se han sentido más grandes, e importantes a nivel nacional, tanto, que sin su concurso no se puede gobernar. El error ha sido persistente, mantenido en el tiempo, y se ha competido por contar con su apoyo, a cambio de lo que pidan. ¡Vergonzoso!, pero nadie lo ha querido ver. Frente a la posibilidad de gobernar, nada se discute, por ello ahora, el que puede gobernar, como siempre ha ocurrido, premia al periférico, y el que no puede gobernar, como siempre, lo critica, fariseísmo puro, postureo vergonzoso, incluyo a todos los que les votamos, porque el barro nos ensucia a todos.

¿Se puede poner fin a esta humillación nacional, que la totalidad de los ciudadanos sufriendo desde hace tiempo? Yo creo que sí, cayendo esa responsabilidad en los dos partidos mayoritarios en el ámbito nacional, por lo que, tanto la contemplación y permisividad de unos, como la oxigenación del fuego, para asfixiar a la rana de los otros, ha de desaparecer, y surgir en su lugar, la elaboración de un acuerdo de estado, que entre otras cosas, ponga fin a una ley electoral perversa. Hasta entonces, para ambos partidos políticos, la Constitución, ha de marcar los límites del campo de juego limpio, algo que ninguno de los partidos políticos ha sabido respetar, contribuyendo con ello al desorden institucional, y con ello, a un estado de actitud rabiosa de la totalidad de la ciudadanía.

Fuente: Dr. Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander 2023